miércoles, 24 de febrero de 2010

Maniiii... no me dejes solo

Su fuerza, sin que tú lo notes, se agarra al trapo que le cubre y así, la camiseta de algodón orgánico verde petróleo la muestra serena, bella. No, espera… también sexy (pero esto último, sólo para quien sepa verlo).

La Manipuladora, consciente de su magnetismo, se relaja y hasta se permite mirarte desde la ausencia.
Suspira.
Ha llegado tarde, por eso esboza una sonrisa y retiene un segundo su relajada mirada en el reproche ajeno, aniquilándolo.

Se dirige a la cafetera, coloca la pastilla del día cremoso, aterciopelado y con cuerpo. Despereza éste con un leve zig-zag de cadera a cuello satisfactoriamente doloridos, que le recuerdan la recompensa del esfuerzo: sentirse.

- “No quiero arruinarle el día con la noticia”, piensa el Pagado de sí mismo. “Le dejaré disfrutar de su deseado café e incluso de que se sienta así tan especial, no sé… ¿admirada, deseable?… pobre…”

La Manipuladora mira al pagado de sí mismo,
- “Creo que voy a volver a la tierra, se pondrá fatal si no tiene el control y está claro que lo está perdiendo… primero mirándome con esa cara de satisfacción y al momento como reprimiendo haberla sentido…”, piensa aún desde su trono de semidiosa. Entonces, para relajar el ambiente, emite un comentario trivial sobre el tiempo, mientras dirige su mirada al fondo de la sala, donde Si no lo quieres para mí y De qué va esto conversan animadamente.

La primera, al sentirse observada, responde con una sonrisa pegada a un “anda que ésta… qué se habrá creído”, a lo que el segundo comienza a elucubrar “pero ¿aquí quién es la manipuladora?... ¿la protagonista?... no, no… creo que va a ser la narradora”.

- “Sí, es verdad, parece que hace más calorcito hoy”, responde con alegría Pagado de sí mismo.

La Manipuladora, satisfecha, se sienta a comenzar la jornada, disfrutando de su taza humeante y con todo bajo control.

sábado, 6 de febrero de 2010

En el bus

En el bus, intentando leer lo que contó Martín Gaite sobre su encuentro con Bessa-Luís, en Madrid, el 4 de Abril de 1977.
Imposible. Decido no desconcéntrame más y me dedico a mirar el paisaje de barro y encinas. A mi lado, la de las botas camperas contándole al conductor de cómo su hermano por nochevieja rompió la cinta de Bambino que hasta se quedaron sin comer las uvas.
Al parecer, llegó no muy sobrio y necesitando escuchar a Bambino a toda costa. Hasta aquí bien, puedo entenderlo (pienso).
Su cuñado consiguió encontrarle una cinta que por casualidad tenía en el coche, al ponerla y comprobar que estaba rallada la pataleó en el suelo (que “mira, se me cayeron los ovarios pabajo”… tal cual lo acaba de decir) hasta hacerla añicos. La madre empezó a llorar y ahí se acabó la fiesta. Cada uno para su casa y desde entonces que no se hablan.
Se baja en Cáceres.
Ahora la charleta la inicia el conductor copiloto que sube a sentarse a su lado hasta próximo relevo.
- “aquí de vencuando sestá deluho, verá?”
- “buenooo, el que faltaba, … tequiés ir paí…”
- “chacho, ¿tacuerdas del Charli?, pos ayer comiendo juntos parribaipabajo y contándome los planes de los carnavales qué jartón de reí mepegué…
- Oy, oy, oy, es chica… ¿y los tuyos qué, cómo se presentan?
- ¿Yo? No, yo no... A mí eso de mirá y no sabé quiené…
Suficiente. Vuelvo al libro. Carmen escribiendo en el Diario 16 del 4 de Julio de 1977: Hace 3 años el premio Sésamo le fue adjudicado a un joven desconocido, Juan José Millás (…) Creo que ha entrado con paso firme y por buena puerta en la literatura española.
La del asiento de atrás, gritándole al móvil, que entre la operación turrón y bikini está el gimnasio que no se cabe...
... Mal día para seguir "Tirando del hilo".