domingo, 28 de marzo de 2010

And I felt old, but not very wise…

I probably looked as wide-eyed, fresh, and artless as any other student...But I wasn't. One of the boys I went out with, and they really were boys, once asked me to go to Paris with him. And I told him I'd love to, I was dying to see Paris... as if I'd never been."(An education, Lynn Barber)

There’s no larger mistake possible than to believe that an absence is a nothingness. The difference between the two is a question of timing. (About which they can do nothing). Nothingness is before and absence afterwards. At times it’s easy to confuse the two: hence some of our griefs.(From A to X, John Berger)

“Mantenía una curiosa opinión. Las personas demasiado inteligentes corrían el peligro de no detenerse en nada que mereciese la pena. Había observado que con frecuencia ambas cosas, ese exceso de inteligencia y esa carencia de madurez, se daban inseparablemente. (…) Cuando le pregunté como había llegado a esa conclusión, repuso, perdiendo su mirada en un horizonte que debía encontrarse más allá de mis hombros, que porque su caso era exactamente el contrario.
Tenía una extraordinaria virtud aquella chica: las cosas que decía parecían ciertas”
(El Bandido doblemente Armado, Soledad Puértolas).

jueves, 25 de marzo de 2010

El tío del Palo

Aquel día se levantó pensando que era el primero de su vida
o
El tío del palo.



Se había levantado tarde, no recordaba en qué momento había apagado el despertador. Cada vez le pasaba esto con más frecuencia y es que ya no le motivaba su trabajo. Así que desayunó, con la misma metódica rutina, café con tazón de cereales y naranja partida en cuatro, con el móvil sobre la mesa para controlar el menor tiempo disponible en sus divagaciones, siempre propicias a esta hora, por lo que le fastidiaba tener que cortarlas y pensar en qué ponerse junto a demás preparativos para arrancar el día. Así, bebía un sorbo, desprendía un gajo y se recreaba en una idea que le llevaba a otra y a una tercera en que miraría por el rabillo del ojo cómo la pantalla del móvil le mostraría los últimos minutos de placer restantes.

En ello estaba cuando de repente un sobre amarillo parpadeante le invitaba esta vez a abandonar su trance. ¿Un mensaje?, ¿¿¿de Juan???

Juan: “No puedo dormir. ¿Estás despierta?”

No puede ser… ¿No puedo dormir, estás despierta?. Se fue a detalles del mensaje. Recibido a las 02:13 h.

¿Un mensaje de Juan, “no puedo dormir, estás despierta” recibido a las 2:13 de la mañana? ¡Pero si no hablaba con él desde hacía años!

Se habían conocido en Edimburgo, Juan no hablaba inglés así que tenía los trabajos que nadie quería, al principio fue el tío del palo. Era fácil verle porque se pasaba el día plantado en mitad de la calle principal de Princes Street, agarrando un palo que portaba un letrero: Enjoy a golfing break at Princes Street Suites, con una flecha indicando la entrada a la bocacalle donde apuntarse a recibir unas clases de golf.

Ella pasaba a diario para coger el autobús que le llevaba a la universidad, donde había conseguido ingresar en unos módulos compartidos con los Erasmus. El primer día le sonrió, reconociéndole español y porque le hizo gracia su trabajo. Él ya nunca dejó de saludarle al paso, incluso cuando se hacía la tonta, que no estaba allí para perder el tiempo haciendo amigos españoles sino para perfeccionar el inglés. También a ella le costaba mucho encontrar un trabajo digno, de media jornada, con el que compaginar las clases y poder subsistir. Sólo al final consiguió ser procesadora de datos en un Call Center, al principio trabajaba de camarera en un Spanish Tapas, los fines de semana.

Por uniforme llevaban una camiseta roja con una banderita de España en el pecho que su compañera vasca tapaba constantemente, como un tic nervioso, con el tirante del delantal. El restaurante tenía dos plantas, siendo arriba la cara visible del mismo. Un sábado, al bajar a la cocina a pinchar una nota de pedido, se volvió a topar con él, esta vez lavando platos. Juan le saludó con la sorna de siempre, aún más enfatizada mostrándole su ascenso a “Dish-Washer”. Ella, chocada, tardó en asimilarlo todo ese día en que se compinchó con la vasca para quedarse en la recepción del restaurante, y no tener que volver a "descender a los infiernos", como solía decir el Chef. Pero el domingo ya se dio por vencida de su avergonzado orgullo y así comenzaron a conocerse. Su amistad duró dos fines de semana pues después consiguió aquel trabajo en el Call Center y ya no volvieron a coincidir.

¡Es verdad!... ¡Juan era de Madrid, donde ella vivía ahora!... ¿Lo sabría él?.

Con todo esto en la cabeza se empezó a arreglar con un entusiasmo inusual, consiguiendo, sin proponérselo, que el espejo le devolviese un veredicto de aprobada con nota al salir de casa. Con paso rápido hacia la oficina, sintió temblar el móvil en el bolsillo del abrigo. De nuevo un mensaje: “Necesito hablar contigo cuanto antes. ¿Podrás escaparte sobre las 12? Te espero en la cafetería junto a tu trabajo. Después te explico…”

Superada por la intriga, allí le esperaba cinco minutos antes hasta que le vio llegar, con el mismo aire divertido de siempre. “La vasca me dio tu paradero y también me ha contado que estás pensando en marcharte, cosa que si puedo evitaré. He montado un negocio de resorts para guiris, ya sabes, complejo de SPA y golf, ahí pasando el Manzanares, junto a la Casa de Campo, y necesitaría una mano con la gerencia pues estoy desbordado recibiendo grupos de alemanes e ingleses. ¿Qué me dices?”.

Ella llamó a la oficina para decir que se ausentaría todo el día, le acompañó a visitar las instalaciones, almorzaron juntos planificando estrategias y por la tarde se despidió con un “hasta mañana” de Juan y con un “hasta siempre” de su trabajo.

A la mañana siguiente sonó el despertador y aquel día se levantó pensando que era el primero de su vida.

lunes, 22 de marzo de 2010

pps.1,2,3

Poemas para sanar

Uno

Le pidió que le sanara
y, generoso,
le dibujó un corazón
que no un coracito…


Dos

Ya no dice que la estamos perdiendo
Juan, que la perdemos
Ya no lo oigo

Y por perderla
silencia
el puñal de la impotencia
clavando, clavando
cada vez más hondo


Tres

Para salvar mis ojos
trabajaré la música
de la palabra escrita

Le sacaré color y brillo
escucharé su voz
esperaré su luz

sábado, 13 de marzo de 2010

La ventana (y ansiamundana)

Un golpe seco en la cabeza y la ventana del cuarto de invitados ante mis ojos, me llega de lleno toda la luz que desprende. ¿Qué hago mirando esa ventana?. Ah, sí, me he caído. Estoy sola, así que no sé el tiempo que he pasado inconsciente, ni siquiera cuanto llevo mirándola hasta pensar que nunca la había visto desde esta perspectiva.
Tumbada, en la mitad del pasillo, justo donde se abre la puerta de la habitación que no uso, con dos camas, pero desde aquí no se ven, sólo la ventana en la pared del fondo y su foco mágico iluminando el espectáculo. Le agradezco su calor… está tan frío el suelo.

Me pregunto qué hago así y empiezo a recordar qué ha pasado. Una punzada en el estómago, un sudor frío y un fuerte pitido en el oído izquierdo (el que me operaron… la maquinaria es tan perfecta que hasta nos recuerda lo que fue arreglado). Estoy en el baño, sólo quiero salir de allí y conseguir llegar a la cama, justo antes de desvanecer. Voy por el pasillo y es lo último que recuerdo.

¿Qué día es hoy? Ya empiezo a recordar más cosas… es día laboral, he llamado esta mañana al trabajo para decir que no me encontraba bien. Recuerdo que estoy enferma y que él me ha dejado. Supongo que el dolor emocional me acabó por reventar en el cuerpo.

Bien, ahora ya sí, me levantaré del suelo y me iré a dormir a la cama. Soñaré con esa ventana, con su sol y su cielo azul, con su sonido de pájaros de mar cercano.

Quizás cuando despierte pueda ir al Puerto, al atardecer, a la playa de Fuentebravía. De camino me detendré en un centro comercial, justo al pasar la rotonda de los toros de Osborne, antes de llegar a la de Rafael Alberti (Marinerito Delgado, Luis Gonzaga de la mar, qué fresco era tu pescado acabado de pescar, te fuiste marinerito, en una noche lunada, tan alegre, tan bonito, cantando a la mar salada… cual padre nuestro en misa, cuando cruce su rotonda). En el centro comercial compraré un MP3 y la simpática dependienta me grabará lo último de Chambao, a modo de prueba.

Y a modo de prueba lo estrenaré, me tumbaré a recibir el sol, el cielo azul o los pájaros de mar y pensando en nada o en Dolores Hidalgo, en Prócida y Bhaktapur y en ti, en ti y en mi mundo nuevo no voy a olvidar las aventuras que he podido vivir, el coche mirando al puente, cositas “mutuyas”… cuéntame… Tengo un momento de ansia mundana y quisiera decir lo que siento en mi alma, que la vida pasa, hoy pasa y yo (dillou, gracias)… y en mi mundo nuevo.

martes, 9 de marzo de 2010

Se te nota en la mirada

No te he dicho que el otro día haciendo cola en el registro del ministerio para que me compulsaran pasó Gabilondo, me miró y me saludó... Sí, a mí, te lo juro...

Estaríamos unas dos o tres personas a lo largo de todo el extenso pasillo viendo cómo en saliendo de un despacho se acercaba a la salida acompañado de una atractiva y perfumada joven, afanada en ayudarle a marcar rastro.

Él, que se sentía observado a su paso, consciente de su poder, o a modo de propaganda política, o simplemente por educación - nunca mejor dicho - pasó y saludó, posando su inquietante mirada en mí. Han debido de quererte tanto para que me olvidaras… parecía decir. Pero porqué, Dios mío porqué, ¡¡¡¡ porqué !!!!…

Si además precisamente el otro día la Sra. Hortensia pensaba todo lo contrario. Lo sé porque lo escribí yo, aunque sólo intentaba crear un texto que reflejase una situación de conflicto y que tener listo para pasado mañana, pero nada… conflicto no resuelto.

Últimamente tengo la sana costumbre de no querer a quien no me quiere y de verdad que sin trauma ninguno.

Y la Sra. Hortensia pensó que debía haber sufrido mucho, la pobre, para ir soltando una frase como ésta a una simple, pero eso sí, afanosa frutera, mientras le envolvía los aguacates en papel de periódico para que madurasen antes, como bien gustaba de aconsejar.

Ella, en cambio, recibía y se aplicaba el consejo también curiosamente de forma algo contraria. Así, se imaginaba envolviéndose la cabeza en papel albal y metiéndola un momento en el congelador, justo el tiempo antes de decidirse a colgar este post, pero una vez más el día se le había pasado demasiado rápido y ya era tarde para reparar en más cuidados…