Su fuerza, sin que tú lo notes, se agarra al trapo que le cubre y así, la camiseta de algodón orgánico verde petróleo la muestra serena, bella. No, espera… también sexy (pero esto último, sólo para quien sepa verlo).
La Manipuladora, consciente de su magnetismo, se relaja y hasta se permite mirarte desde la ausencia.
Suspira.
Ha llegado tarde, por eso esboza una sonrisa y retiene un segundo su relajada mirada en el reproche ajeno, aniquilándolo.
Se dirige a la cafetera, coloca la pastilla del día cremoso, aterciopelado y con cuerpo. Despereza éste con un leve zig-zag de cadera a cuello satisfactoriamente doloridos, que le recuerdan la recompensa del esfuerzo: sentirse.
- “No quiero arruinarle el día con la noticia”, piensa el Pagado de sí mismo. “Le dejaré disfrutar de su deseado café e incluso de que se sienta así tan especial, no sé… ¿admirada, deseable?… pobre…”
La Manipuladora mira al pagado de sí mismo,
- “Creo que voy a volver a la tierra, se pondrá fatal si no tiene el control y está claro que lo está perdiendo… primero mirándome con esa cara de satisfacción y al momento como reprimiendo haberla sentido…”, piensa aún desde su trono de semidiosa. Entonces, para relajar el ambiente, emite un comentario trivial sobre el tiempo, mientras dirige su mirada al fondo de la sala, donde Si no lo quieres para mí y De qué va esto conversan animadamente.
La primera, al sentirse observada, responde con una sonrisa pegada a un “anda que ésta… qué se habrá creído”, a lo que el segundo comienza a elucubrar “pero ¿aquí quién es la manipuladora?... ¿la protagonista?... no, no… creo que va a ser la narradora”.
- “Sí, es verdad, parece que hace más calorcito hoy”, responde con alegría Pagado de sí mismo.
La Manipuladora, satisfecha, se sienta a comenzar la jornada, disfrutando de su taza humeante y con todo bajo control.
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